lunes, 21 de marzo de 2011

Francisca Vargas



Antes, mucho antes de que todo empezara me escondí detrás de un sofá, a mi lado, se hallaban Javier y Paula, quien trataba de contener la risa.

 — ¡Ay que soy pava!—exclamó Matilde desde la entrada de la casa de Pablo—. Amor, se me olvidó prender la luz ¿Préndela?
            Vi cerca del sofá los tacones negros de Matilde y sus piernas blancas como la leche.
            Apenas la luz se prendió todos salimos desde nuestros lugares y gritamos:
            — ¡SORPRESA!— salí de mi escondite y vi cómo salían todos los demás invitados y amigos de los sillones y butacas.
Pablo estaba pálido y anonadado de sorpresa, no podía creer que en esa habitación estuviésemos todos. Aunque seria muy estúpido si pensara que sus amigos no le haríamos una fiesta sorpresa.
—No sé que decir—dijo emocionado.
—Oh mi chanchi—dijo con voz tierna Matilde, y partió a besarlo en los labios.
            Se despegaron, cosa rara, dado que Matilde, a pesar de ser mi mejor amiga, era demasiado lujuriosa y a veces casi no hablaba con Pablo, sólo lo besaba. Y aunque la chica más popular de colegio dijese que era una relación seria todos sabíamos que había algo más algo que quería de ese chico. No creo que sea su aspecto, es delgado, alto  y su pelo parece una virutilla color café, tenía que haber algo más, quizás fuera la inmensa fortuna que la madre de Pablo había amasado durante años.
            Pablo en si era buena persona, simpático, tenia temas interesantes de que hablar, de vez en cuando. No es que sea su gran amiga, es más,  un  amigo mío me invitó a esta fiesta sorpresa, pero él se enfermó en último momento y no pudo venir, aunque a mi amigo siempre le pasan esas cosas, tiene la peor suerte del mundo y me encanta molestarlo con eso. En fin.

Me pasé por entremedio del sofá para ponerme a la cola, para felicitar y saludar a Pablo por su cumpleaños. Creo haber sido una de las últimas que lo saludó, nos abrazamos felizmente y luego nos separamos.
Recuerdo que después todos salimos al jardín de la casa de Pablo, era precioso, tenía una inmensa piscina, varios arbustos y césped.
Luego Pablo dijo unas Palabras que todos escuchamos con atención.
          
—He vivido mucho durante mi vida, mucho bueno y mucho malo. Y durante mucho tiempo no tuve amigos verdaderos, que estuvieran siempre conmigo.    Sin embargo me siento afortunado y confiado de decir que hoy, los tengo. Y que los quiero muchísimo.
>> Matilde. Mi amada Matilde, eres lo mejor que me pudo haber pasado, creo que sin ti, mi vida en este momento no tendría mucho sentido. Me has enamorado completamente y espero que jamás te alejes de mí.
Pablo estaba a punto de soltar unas lágrimas, pero se retuvo. El resto de la velada fue, bailar, beber alcohol y tratar de engañar el penetrante frío del norte de Chile.
En toda la fiesta habré bailado, tres horas seguidas sin parar, primero con Mauricio, pero como no sabía bailar al cien por ciento, lo cambié por Mirko, luego fui con Roberto Britto uno de los mejores amigos de Pablo, pero éste. en un rato le prestó más atención a su celular que a mi así que lo dejé. Al final, terminé con Javier Pizarro uno de mis mejores amigos. Estábamos tan cansados de bailar, que nos fuimos a sentar en un sillón del living. Antes pasamos a la beber algo, vimos a Constanza, la ex de Pablo, hablando con él en la barra de la cocina, Javier sacó unas cervezas, y nos fuimos sin molestar. Por sus caras pudimos deducir que no era nada divertido lo hablaban.
Cuando íbamos de regreso al living, se me cayó un aro, me agaché a buscarlo, Javier se fue sin ayudarme, dado que sus padres estaban fuera de la lujosa parcela de Ana María Gálvez. Lo único que hizo fue despedirse de mí con un beso en los labios y se fue dejando la cerveza no sé donde.
Volví a  buscar. A tientas llegué a un pasillo que estaba a oscuras y escuché hablar  a Matilde.
—Lo vas a distraer, él no puede subir, ¿me entendiste?— ordenó Matilde, me quedé callada y escuché.
—No, yo  estoy harta de las mentiras—exclamó Mabel, una chica menudita, de baja estatura de ojos grandes y almendrados, con un pelo ondulado y oscuro.    
—Me importa una mierda, si estas harta o no—dijo Matilde desafiante—.  Si Pablo sube, ten por seguro que mañana mismo me encargo de publicar las fotos que tú y yo sabemos, en Facebook. Que tragedia para la familia Orrego una hija que se dedica el tiempo libre a…—
— ¡Ya, está bien!—gritó Mabel resignada.
—Así me gusta, eres una chica buena Mabel—escuché los pasos de Matilde, me adentré en el otro pasillo oscuro, evitando que me viera.
Ella subió la escaleras de caracol que iban al segundo piso.
No sé porque pero quise averiguar que pasaba y subí. Por suerte Mabel miraba en dirección a la puerta que conectaba la cocina con el pasillo donde ella estaba, pero no podía ver el resto, así que me fue fácil subir sin hacer ruido.
Cuando llegué arriba vi una luz saliendo de una puerta. Me acerqué con sigilo, pegada a la pared, y di gracias de que la alfombra fuese tan mullida dado que ni siquiera yo escuchaba mis pasos, llegué al borde de la puerta y vi  algo que me dejó impactada.
Matilde estaba contra la pared, completamente desnuda y Britto- también desnudo- la tenia contra la pared haciéndole el amor.
—Oh, oh, oh—gemía Matilde, y arañaba con sus uñas los glúteos de Britto, uno de los mejores amigos de Pablo—. No sabía las ganas de tenerte así que tenía.
—Eres una chica ¡SUCIA!—decía excitado Britto.
No pude aguantar, me di la vuelta caminé un poco y en la oscuridad choqué  con alguien.
— ¿Panchi, qué haces aquí?—acostumbre a mis ojos a la oscuridad y vi a Pablo parado frente a mí.
—Yo...Pablo no dejaré que te caguen, ni que te hagan huevón—dije determinada—. Sígueme.
Hicimos el mismo trayecto hace el baño. Volví a mirar por el borde de la puerta, y vi a Matilde estirada con las manos sobre el lavamanos y Roberto penetrándola por detrás.
— ¡Es que no puedo creerlo!—exclamó Pablo.
Me quedé helada, no pensé que fuese a reaccionar, mucho menos a decir algo. Por mis nervios tropecé y quedé a la vista de  todos.
— ¿Cómo mierda me hacen esto?—preguntó Pablo—. Tú Roberto, el imbécil a quien más admiraba-.
Decidí dejar que Pablo descargara su pecho y me fui. Había hecho mi buena obra del día.

***
Había estado hablando con Paula, le había contado lo ocurrido, y ella no podía creer que Matilde hiciese eso. Estábamos en la cocina hablando del mismo tema cuando en la habitación entraron al mismo tiempo Constanza y Matilde, por puertas distintas.
— ¡Maraca!—gritó Constanza, se abalanzó sobre Matilde tirándole de las mechas— ¡No te basta con haberme quitado a mi pololo! ¡También tenias que tirarte a mi mejor amigo!
Nos adelantamos y separamos a Constanza, quien fue llevada al baño por Paula, dejándome a mí y a Matilde solas. Me disponía  a salir tras de mi amiga, pero Matilde me agarró del brazo.
Nos quedamos mirando cara a cara.
—Me las vas a pagar, mala amiga—me dijo apuntándome con el dedo índice izquierdo.
— ¿Y por qué se puede saber?—dije desafiante corriéndole el dedo de un manotazo—. Por haber sido sincera, Mati, ¿por eso?
—No por, hocicona, ya vas a ver.
— ¿A si? ¿Qué me harás, divulgarás secretos míos por el colegio?—dije encarando una ceja.
— Que no se te olvide que mi viejo, es el jefe del tuyo, y por haberte puesto insolente conmigo, mañana mismo  tú y tu familia se va a la calle sin ningún peso—. Gritó, y luego calmó su voz, cómo haciéndose mi amiga—. Créeme Francisca, no te conviene tenerme de enemiga.
Sin más se fue.
¿Qué se cree? Venir a amenazarme, después de todos estos años de amistad… ojalá se muera.

***

Estaba sola esperando que mis padres llegaran por mí, y no paraba de llorar de rabia. Lo hacía porque sabía de lo que era capaz Matilde por conseguir lo que quiere, y si en sus planes estaba cagar a mi familia financieramente lo iba a hacer.
En ese momento estaba sentada en los peldaños de la escalera que daba hacia el jardín delantero, por el cual había un camino de ripio por donde los autos cruzaban desde la reja hasta la casa de Pablo.
Estaba calmada, por fin había parado de llorar, cuando se escucharon tres ruidos desgarradores. El primero fue leve, el segundo es idéntico cómo cuando se escucha el vidrio destrozándose, y el último fue un grito desgarrador.
— ¿Qué mierda?— Corrí rápidamente hasta la parte de atrás de la casa,  rodeándola,  y justo allí estaba Mabel llorando y gritando cerca de la piscina. Y en el medio de ésta se podía ver algo flotando. Me acerqué rápido a contener a Mabel que no paraba de llorar y gritar.
— ¡Está muerta!— estaba demasiado descontrolada.
—Mabel, Mabel, calma, calma—no reaccionaba así que le di un buena bofetada y se calmó, pero no dejó de llorar.
— ¿Qué paso, aquí?—me di vuelta y vi a Pablo salir por el ventanal que conectaba el living con el patio, seguido por Constanza—¿Matilde? ¡Matilde! ¡No!—gritó Pablo desaforadamente al ver el cuerpo de Matilde en medio de su piscina.

Escrito por Matías Mayork.


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