lunes, 28 de marzo de 2011

Capitulo 2:

2:00 A.M.


Pablo se zambulló en el agua de la piscina la cual estaba medianamente cubierta de sangre. Mientras tanto, Constanza lo miraba con un cierto aire consternado, dado que Pablo se había metido al agua para sacar el cuerpo de Matilde, su amada. Al mismo tiempo, Mabel, la chica menudita que los había señalado a todos, incluso a ella, como culpables, se apoyaba en el marco del ventanal y tras ella, en el pasillo oscuro que conectaba el living con  el ventanal Francisca Vargas discutía con Matías Mayork.
            —Pero ¿Por qué no?—replicó la chica algo molesta.
            —Porque eres una menor de edad aún—le dijo Matías enojado.
            —Solo tienes un años más que yo— le espetó Francisca sin miedo de demostrar sus emociones.
            —Amiga, no importa la edad—dijo con voz triste y baja—. Acá estamos tratando con un asesino peligroso—la tomó de los hombros—. Si mató una vez, puede volver a matar, yo ya perdí a mi prima y no quiero arriesgarme a perderte a ti, eres mi mejor amiga, Panchi y aún eres una niña.
            —No me digas, niña.
            —Eso es lo que eres, Francisca—se separó de ella.
            —Sabes que no podrás resolver esto solo—declaró la chica encarando una ceja—. Tú necesitas ayuda, y yo te la puedo dar.
            —Gracias, pero no—dijo con voz  dura, dado que empezó a recordar—. Además que no se te olvide que Mabel los señaló a todos como sospechosos. ¿Por qué no podrías haber matado  tú también a Matilde?
            — ¡Porque no lo hice y punto!—gritó Francisca—. ¡Matilde era mi mejor amiga, jamás le hubiese hecho daño!
            — ¡¿Entonces por qué no llamaste a la policía, Francisca?! ¡Has dejado a mi prima congelarse en esa inmensa piscina por más de una hora y todo porque no eres capaz de admitir tu error!—la voz de Matías se elevó lo suficiente y Francisca se quedó pegada a su sitio disimulando el miedo que tenia tratando de contener su cara. Matías  se dio cuenta de su error—. Francisca yo…
            — ¡No!—exclamó la chica, haciéndole un gesto con la mano para que no siguiera hablando—. Te demostraré  que soy inocente, amigo, y que puedo serte de ayuda en este caso.
            Matías vio que no tenia caso seguir. Miró hacia el pasillo y vio a Mabel apoyada en el marco del ventanal y a lo lejos a Constanza, mirando a Pablo en la piscina. Había algo raro, no le calzaba el porqué según Mabel podían ser todos sospechosos del mismo crimen. Dubitativo, pero sin más a quien recurrir se dirigió a Francisca.
            —Oye—le tocó el hombro, ella se volvió con la boca entre abierta y con una mirada desafiante y glacial.
            — ¿Qué?—respondió, fríamente, Francisca.
            El chico, quien había detectado el estado de ánimo de su amiga, consecuencia de la discusión de hace un minuto, decidió no recalcar en eso y fue directamente a lo que le interesaba.
            — ¿Quién crees que pudo haber tenido más motivos para matar a Matilde?
            Francisca rió secamente un poco.
            — ¡Ah! Así que ahora quieres mi ayuda—replicó Francisca.
            — ¡Vamos, lo siento!—se disculpó, Francisca lo miró  de pies a cabeza respirando enojada—. No quiero que a nadie más le pasen cosas malas, por eso te dije eso— se quedo mirando a la joven esperando una reacción—. Es para saber quien le hizo esto a Matilde y quedarnos tranquilos.
            La chica cambió un poco su expresión, se tomó una pausa, respiró profundamente con los ojos cerrados, luego los abrió y respondió:
            —Mi orden es el siguiente—dijo recuperando su voz de siempre—. Pablo, Mabel y Constanza.
            — ¿Por qué?
            —No te conté, pero Pablo vio a Matilde teniendo sexo con Roberto Britto una media hora antes de que se cometiera el crimen.
            En la mente de Matías empezó a recordar a Britto, un amigo de él desde el año pasado y que se habían invitado a su casa un montón de veces y que mantenía una gran amistad con su prima Matilde...
            —Eso podría haber enojado a Pablo—dijo—, luego con la rabia acumulada decidió matar a Matilde por la vergüenza que suponía ser el cornudo en su propia fiesta de cumpleaños.
            —Ya…—Matías  analizó la posibilidad y no quedaba fuera de lo que podría haber ocurrido—. ¿Qué hay de las demás?
            —Mabel—susurró en voz baja para que la aludida no escuchara— estuvo discutiendo con Matilde, le pidió que vigilara que Pablo no subiera, Mabel se negó, pero Matilde la amenazó con subir unas  fotos a Facebook.
            — ¿Qué fotos?—inquirió Matías en susurros, encarando  una ceja y mirando a Mabel y luego a Francisca.
            —No lo sé—respondió la chica mirando preocupada a Mabel—, pero a mi parecer deben ser algo demasiado personal para que se ponga así, y acepte la extorsión de Matilde y…
            — ¡Para!—exclamó Matías—. No te permitiré que hables así de Matilde, ella nunca fue una extorsionadora.
             — ¡Abre los ojos, Matías!—replicó Francisca moviendo las manos—. ¡Matilde tuvo que haber hecho algo malo para que la matasen!
            — ¡Mi prima no hizo nada!—declaró Matías—. ¡Ella era INO-CEN-TE! ¡Me sorprende que hables así de ella, era tu amiga!
— ¿Si era tan inocente, porque todos tenían motivos para matarla?—inquirió la chica.
  Matías le iba a decir algo, pero en ese momento Mabel los interrumpió.
            — ¿Chicos?—llamó Mabel—. Perdón si los molesto, pero Pablo necesita la ayuda de Matías  para entrar a Matilde.
            Matías  asintió y partió  a ayudar a Pablo, estaba cubierto de sangre, por haberse zambullido en la piscina, aun asi no paraba de llorar la perdida de Matilde. Constanza lo abraza por atrás para consolarlo. Matías  quien no pudo aguantar ver a su prima asi, tambien rompió a llorar, pero juntos, él y Pablo, entraron el cuerpo de Matilde al lavadero, donde lo dejaron encima de una mesa.

***
—Creo que te haría bien un baño Pablo y un cambio de ropa—sugirió Constanza tocándole el hombro a Pablo, éste estaba tapado de la cintura para arriba con una frazada. El chico estaba cubierto de sangre desde la cabeza a la cintura, básicamente parecía sacado de una película de terror, además de que no paraba de  llorar por la pérdida de Matilde, haciendo de su cara una repugnante máscara de una mezcla viscosa entre lagrimas y sangre.
— ¡No, no, no quiero separarme de ella!—exclamó Pablo.
Matías tocó el brazo del chico con fuerza.
—Vamos, Pablo—trató de poner una voz confortante, pero no le resultaba-. Matilde no querría verte asi. Vamos te acompañare a tu habitación para que te cambies de ropa.
Le pidió a Constanza que se quedase con las chicas mientras él acompañaba a Pablo. Básicamente lo que Matías  quería era ver si en una conversación más relajada podría sacarle una información importante al pololo de su prima, pero no podría hacerlo si éste tenía la cara llena de sangre.
Pablo caminaba por los pasillos de la casa como un alma en pena acompañado por Matías a su lado quien no sabía cómo entablar la conversación. Quería dárselas de detective, pero no era tan sencillo como en las películas se mostraba, además de que estaba demasiado dolido con la pérdida de su prima y estaba furioso con todos en esa casa por no dar la cara con respecto al asesinato de Matilde Santamaría.
Pablo prendió la luz del pasillo del segundo piso cuando llegaron a éste. La luz dio a conocer un corredor de puertas negras, de madera de ébano, y unas paredes blancas como la cal, en ellas colgaban numerosos retratos de la mujer más importante de chile, Ana María Gálvez, y en algunos estaban sus hijos, Pablo y su hermana. ¿Sabría ella acaso que en ese momento, mientras ella trabajaba en Europa,  su casa se había vuelto el escenario de un brutal crimen? ¿Sospecharía que si los medios se enteraban de este atentado su carrera de mujer de negocios se iría por el baño?
Pablo sacó de su guardarropa una camisa limpia, unos pantalones oscuros y un nuevo par de zapatillas. Partió a su baño privado, cerró la puerta y abrió la llave, dejando a Matías solo en la habitación. Éste echaba un vistazo a todas las cosas que había en la habitación, en su velador había una foto de Matilde, la cual miraba sonriente al horizonte con un árbol de fondo. Matías  respiró hondo, cerró los ojos y empezó a rememorar buenos tiempos.
            Pablo se demoró varios minutos en la ducha, Matías mientras lo esperaba estaba reponiéndose de la perdida, tendría que ser fuerte, si quería ser el que descubriera quien era el asesino de su prima.
— ¿Por qué Mabel te señalo como sospechoso?—Matías miró a los ojos a Pablo.
— ¿Mabel? ¿Mabel me señaló como sospechoso? ¡¿Y tú le crees?! ¿Acaso no me acabas de ver? ¡¿Eres idiota?!—dijo Pablo con una rabia exagerada.
Cálmate, bájame el tono—dijo Matías sereno manteniendo un rictus inexpresivo—. Solo pregunté, no te estoy diciendo que seas el asesino, Pablo.
Después de una pausa Pablo volvió a la calma y de pronto todo tuvo lugar.
—Vaya...No pensé que Mabel me haría esto. Ella sabía—dijo calmadamente.
— ¿Qué sabia, Mabel?—preguntó Matías encarando una ceja.
— ¡Ella sabía que Matilde me engañaba con ese imbécil!— respondió dejando su calma atrás.
—Mentira, mentira— Matías  se exaltó—. ¡¡¡Cállate, eso no es verdad!!!
— ¡Vamos, Matías! ¡Tu prima no era para nada una santa! —casi gritando intentó hacer entrar en razón a Matías—  ¡Yo mismo los vi! ¡Con mis propios ojos mientras se follaban en el baño!
Matías  le dio una bofetada.
—CÁLLATE ¡MIERDA!—gritó Matías.
—Mira, Matías, Yo amaba a tu prima la amaba como no he amado a nadie. Pero ella me engañó... —dijo volviendo a su calma—. Con unos de mis mejores amigos. Y cuanto antes asimiles eso. Más pronto descubrirás quién lo hizo.
Bueno, entonces está claro para mí—Matías rio secamente—eres tú, Pablo, tu eres el asesino de mi prima—el chico lo tomó del cuello de la camisa—tú la mataste, huevón.
 Pablo empujó a Matías contra la pared. Entonces Matías lo soltó.
—Estaba con Constanza imbécil. Ella me estaba consolando. Habla con ella. La persona a la que deberías estar acusando es a Britto. ¿Me escuchaste bien?
Matías decidió salir de la habitación y respirar un poco, estaban los dos muy alterados, nada sacaban con seguir discutiendo.
Apenas salió de la habitación de Pablo, Matías sintió una brisa helada que le calaba los huesos, la cual provenía de una puerta entre abierta que estaba frente a él. Se acercó lentamente, temiendo encontrarse con algo  al otro lado de aquella puerta capaz de hacerle daño.  Quizás allí estuviese el asesino…

***
— ¿Quién habrá podido haberle hecho esto?— dijo Francisca, melancólica viendo el rostro de Matilde. La habían dejado en una mesa en el lavadero, el clima seco de Calama le había secado toda la humedad de su cuerpo, sus ojos, verdes y ausentes, miraban al techo, su boca estaba entreabierta, quizás habia tratado de soltar un grito o esa era una cara de sorpresa ante la persona que le disparó, habían colocado sus brazos alrededor del pecho y sus piernas estaban estiradas. Todo su cuerpo estaba cubierto de heridas, aparentemente alguien había maltratado a Matilde antes de pegarle el tiro.
            —No puedo creer que la hayan sacado de la piscina—replicó Constanza—. Nos va ir mal cuando llegue la policía.
            — ¿La llamaron?—inquirió Francisca, sorprendida.
            —No…—murmuró Constanza apoyándose en el umbral de la puerta que conectaba la cocina con el lavadero, se arregló un mechón que la incomodaba y volvió a hablar—. Pero tarde o temprano habrá que hacerlo, ¿Cierto?
—Veo que no tienes miedo—insinuó Francisca, encendiendo un cigarro que había sacado de la cajetilla que estaba en el bolsillo de su polerón.
— ¿Miedo a qué?—Constanza se inclinó un poco hacia delante.
Francisca tomó un banquillo donde se sentó, mientras botaba las cenizas al piso.
—Miedo a que se descubra toda la verdad—respondió Francisca irónica, luego volvió a aspirar de su cigarro.
—Claro, yo sé que no hice nada.
— ¿Segura?
—Sí.
— ¿De verdad?
— ¡¿A que va todo esto, Francisca?!—exclamó Constanza.
—A que no confío en nadie acá—la miró de reojo con expresión seria—. Alguien de los que está en esta casa mató a mi mejor amiga y no descansare hasta descubrir quien fue.
— ¿Y por qué te vas en contra mío inmediatamente?—Constanza se acercó a Francisca quedando cara a cara la una de la otra.
— ¿Se te olvida —dijo poniendo los brazos en jarra—que tú, minutos antes de su muerte agrediste a Matilde y la insultaste?
Constanza se quedó callada unos instantes.
—Eso no quiere decir nada—tartamudeó y luego volvió a recuperar su voz normal, se alejó de Francisca y la miró por encima del hombro con expresión cuidadosa—. Estaba enojada en ese minuto, pero después me calmé y ahora estoy bien.
—Aún así no te vi cuando ocurrió el crimen—declaró Francisca jugando con el único aro que le quedaba en su oreja derecha.
—Yo tampoco te vi y no por eso te estoy acusando, ¿cierto?
Constanza, después de esa declaración se dio la vuelta y salió hacia la cocina.
Francisca frunció el labio y siguió jugando con el aro hasta que éste se soltó.
— ¡Mierda, ya van dos en esta noche!—dijo molesta y se agachó a recogerlo, vio que rodaba por debajo de una puerta de madera, Francisca se acerco a ver y vio que la puerta despedía desde abajo un brillo fantasmagórico— ¿Qué es eso?—se paró y abrió la puerta— ¡no puede ser!

***
Matías abrió la puerta con cautela,  estaba todo oscuro, se sentía una fuerte brisa glacial al entrar, apenas asomó su cabeza por la puerta entreabierta. Con su celular  alumbró la pared y descubrió un interruptor, luego la habitación se llenó de luz, en el suelo se veía una piedra de cuarzo de gran tamaño ensangrentada, una silla volcada, unas cuerdas botadas  por aquí y por allá,  y varias salpicaduras de sangre, a lo lejos se veía una inmensa ventana trisada con todos sus vidrios, desde allí unas cortinas blancas flotaban con el viento  y dejaban ver la luz que despedía la piscina.
            Matías entró en la habitación, sin antes fijarse que muy cerca de la piedra de cuarzo estaba una manopla negra, de fierro.
            — ¿Quizás con esto le hizo esas heridas?—susurró el chico para sí mismo.
            — ¡Mati, Matías!—se escuchó el grito ansioso de Francisca— ¡Mati, Mati!
            El chico salió al pasillo y vio a la chica acercarse corriendo.
            — ¿Qué pasa, Panchi?—la chica lo tomó de la mano y empezó a llevarlo a la fuerza hacia la escalera.
            — ¡Encontré algo increíble!— exclamó emocionada.
            —Yo también encontré algo—anunció Matías— y quiero ir a verlo antes.
—No creo que tu hallazgo sea mejor que el mío—dijo Francisca arrastrando a su amigo.
— ¿A si?—dudó Matías—. Encontraste la habitación donde ocurrió el crimen.
Francisca se detuvo secamente, se volteó y miró a Matías con los ojos cómo plato y la  boca entreabierta.
— ¿En serio?— preguntó incrédula.
— ¡Sí, sí, sí!—ahora Matías la llevaba arrastras por el pasillo, vieron que Pablo estaba entrando despacio al umbral de la puerta donde ocurrió el crimen.
— ¡No puede ser!—exclamó la chica atemorizada recorriendo con cuidado todos los espacios de la habitación, mirando cada detalle—. Es obvio lo que ocurrió aquí —declaró Francisca.
Matías la observó encarando una ceja, su amiga entendió por aquella expresión que el chico quería una explicación.
—Mira—apuntó a la piedra de cuarzo y a la manopla que estaban muy juntas—. Evidentemente  ocupó u ocuparon ambas para golpear a Matilde.
            — ¡Tienes razón!—inquirió Matías—. Con la roca de cuarzo pudieron haberla aturdido y con la manopla le hicieron esos moretones—tomó la manopla entre los dedos de su mano derecha.
            — ¡Guárdala!—ordenó Francisca. Matías volteó la cabeza para verla—. Puede que nos sea útil para interrogar gente.
            — ¿Cómo?— el chico se paró y camino un poco, se coloco al lado de  su amiga y juntos vieron la manopla—. ¿Quieres ocuparla para sacarle la verdad a puños a los culpables?
            —No—respondió Francisca—, pero puede que alguien la reconozca.
—Hmmm…sí—Matías la volvió a examinar—. Hay algo raro.
— ¿Qué?
—El cuerpo de Matilde tiene muchos golpes y muchas heridas.
— ¿Y?—preguntó Francisca mientras veía que Matías se ponía casi turnio al examinar la manopla.
—Fíjate en la manopla—la colocó en las manos de su amiga.
Francisca demoró menos de un minuto en darse cuenta de lo que su amigo estaba hablando.
—No hay ningún rastro de sangre en la manopla—observó mirando a  Matías  a los ojos.
—Exacto—dijo Matías—. Ahora lo que me pregunto es si ¿Habrán ocupado esta manopla para hacerle daño a Matilde? ¿Quién o quienes la ocuparon? y si no tiene ningún rastro de sangre ni nada…
— ¿Por qué está aquí?—terminó Francisca.
Matías iba a llevarse la  manopla dentro del bolsillo de su chaqueta, pero Francisca comenzó a sentir un aroma  y lo detuvo, se acerco la  manopla la nariz y empezó a olfatear suavemente.
— ¿Qué sucede?—preguntó Matías.
—Está en ella—dijo antes de olerla nuevamente—. Tiene rastros de un perfume.
— ¿Qué importa que tenga perfume?—preguntó Matías escéptico.
 —Este perfume es de mujer—explicó Francisca—. Y eso quiere decir que  Constanza o Mabel son dueñas de la manopla.
— ¿Y por que no pudiste haber sido tu, Francisca?—preguntó Matías cruzándose de brazos y parándose derecho. Era dos veces más alto que Francisca.
—Ya te dije—respondió Francisca—, porque eramos mejores amigas.
—No es una excusa—dijo Matías—. Mabel dijo que todos tenían motivos, dame los tuyos y quizás te crea.
—Ah—suspiró Francisca y le relató a Matías toda la noche con detalles.
— ¿En serio te amenazó con despedir a tu padre?—preguntó Matías con un rostro extrañado.
—Creí que eras su primo favorito—inquirió Francisca—. De seguro debías saber cómo es…era ella.
—La verdad es que solo cuando nos juntábamos éramos los mejores primos—respondió el chico—. Pero la conocía bien poco,  a mí y a mi familia nos mostraba su faceta de chica aplicada, de futura dama de sociedad, pero no tenia idea de las cosas que ha hecho, mejor dicho que hizo.
—Mientras más conozco a mi gente más quiero a mi perro—dijo Francisca—. O eso dicen.
Matías soltó una breve sonrisa y volvió a analizar todo lo que le contó Francisca. Ambos estaban paseando por la habitación buscando detalles, pero ya era demasiado obvio que a Matilde la habían aturdido con la piedra de cuarzo, la amarraron a la silla, luego la golpearon, posiblemente con la manopla, o quizás a puño limpio,  luego pudo desatarse  y trató de huir, pero su asesino alcanzó a pegarle el tiro justo en medio de la frente, luego el cuerpo inerte se tambaleó, cayó de espaldas, quebró la ventana y rompió el ventanal, cayendo desde allí a la piscina, también habían descubierto por la ropa que vieron en el armario, y por las fotografías que había en las repisas y por el tamaño de la cama que esa era la pieza de la mamá de Pablo.
— ¿Oye?—dijo Matías mirando a Francisca.
— ¿Qué?
— ¿Qué era eso que me querías mostrar?
— ¡Ah, sí!—exclamó Francisca—. Ven, ven, nos será de mucha ayuda.
***
—No puede ser—dijo Matías apenas entró en la habitación, era un cuarto con un gran escritorio con un monitor que en su pantalla mostraba cuatro distintos lugares de la casa, el jardín que enfocaba la piscina y un poco más del patio trasero, la cocina, el pasillo que esta junto a las escalera y la puerta de entrada.
—Dime, que esa cosa esta grabando—Matías estaba emocionado, esto podría acercarlo cada vez más a la respuesta de quien mató a Matilde.
—Sí—respondió Francisca y corrió a apretar un interruptor, luego de que la habitación quedase iluminada por una ampolleta de ahorro energético que colgaba de un largo y delgado cable, partió a sentarse en una silla con pequeñas ruedas y se sentó frente al monitor que estaba conectado a un mousse y un teclado—. Mira—dijo haciendo una seña a Matías, éste agarró un banquillo y se sentó al lado de su amiga.
Francisca empezó a presionar teclas y mover el mousse en un complicado ballet que Matías no alcanzó a dimensionar, cosa que en menos de  un minuto se veía la imagen de Mabel abriendo la puerta a todos los invitados de la fiesta sorpresa. Eso era en el cuadro inferior derecho de la pantalla que enfocaba a  la puerta de entrada. 
— ¡Esto es oro!—declaró Matías acercándose a ver  los otros cuadros que enfocaba el monitor y empezó a ver cómo la gente entraba y empezaba a convivir en los inmensos salones de la mansión Gálvez—. ¿Cómo sabes manejar esto?
—Tenemos prácticamente el mismo equipo de vigilancia en mi casa—respondió la chica haciendo adelantar las imágenes de los distintos cuadros—. Vamos a dirigirnos al minuto exacto en que todo ocurrió.
— ¿Estabas pendiente de la hora en que ocurrió el disparo?—preguntó Matías mirando a su amiga, la cual estaba perdida en las imágenes de las cámaras.
—No, pero la cámara captó el minuto exacto en que Matilde cayó. Mira justo ahí—Francisca detuvo la imagen y se pudo ver la imagen como cuerpo de Matilde  levitaba cerca de la piscina, y en la parte inferior del cuadro marcaba la fecha y la hora en que ocurrió el asesinato: “Date: 08/12/11… Hr: 12:20 A.M.”—.  Y mira, fíjate en los demás cuadros, todos estaban detenidos, y mostraban la casa vacía, salvo el de la puerta de la entrada donde se podía ver a Francisca sentada en la escalera de la puerta de la entrada—. Calculo que se produjo diez minutos antes de que Mabel gritara—dejó correr la imagen silenciosa y se vio cuando el cuerpo se zambulló y Mabel se acercó al borde de la piscina a verlo.
— ¿Y que pasó en los diez minutos anteriores a que cayera el cuerpo?—preguntó Matías.
—Veamos—dijo y apretó una tecla que hizo rebobinar todos los cuadros. Ahora la piscina estaba vacía, en la cocina estaba Constanza, y en el pasillo estaba Mabel quien tenia entreabierta la puerta de entrada, y en la cámara que enfocaba la parte de afuera de esta puerta aun se veía a Francisca con el rostro oculto en las manos. Luego, por detrás de Mabel se vio pasar a Matilde la cual subió rápidamente las escaleras de caracol.
Después Constanza hablaba con Mabel y esta le pasaba algo en las manos.
— ¿Qué es eso?—preguntó Matías acercándose a la imagen.
—Hay una manera de saberlo—Francisca empezó a teclear con cuidado y luego la imagen de la cámara que enfocaba el pasillo y la escalera se agrandó, después presionó tres veces la misma tecla y esta empezó a expandirse  y se acercó cada vez más  a las  manos  de Mabel y de Constanza. La imagen mostraba cómo la chica menudita le pasaba la manopla de fierro a la otra.
—Son cómplices—declaró Francisca—. Quizás estaban de acuerdo—se paró y golpeó el escritorio—. ¡Esas maracas mataron a Matilde! ¡Las mataré ahora mismo!—la chica se paró y se dirigió a la puerta pero Matías se interpuso.
— ¡Cálmate por favor, Panchi!—gritó Matías cerrándole el paso.
— ¡Por favor, Matías ya está claro que fueron ellas!—intentó pasar pero  Matías—. Ahora mismo encararé  a esas perras.
Matías la agarró de los  hombros y la zarandeó.
— ¡Hazme el favor de calmarte!—gritó Matías—. No tenemos pruebas, seria contraproducente hacer eso.
 Francisca se calmó pero seguía con ira reprimida, entonces golpeó a Matías con su puño en el estómago.
— ¡Ah!— se quejó Matías—. ¿Por qué hiciste eso?
—Perdón tenía que sacarme esto del pecho–dijo Francisca—. Muy bien vamos— dijo y agarró a Matías  de la mano.
— ¿A dónde?
—A interrogar—dijo Francisca—. Hay que hacer algo, ¿no crees?
—Sí, tienes razón—al responder Matías fue llevado de la mano por francisca al lavadero donde aun estaba el cuerpo inerte de Matilde.
3:15 A.M.

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