lunes, 28 de marzo de 2011

Capitulo 2:

2:00 A.M.


Pablo se zambulló en el agua de la piscina la cual estaba medianamente cubierta de sangre. Mientras tanto, Constanza lo miraba con un cierto aire consternado, dado que Pablo se había metido al agua para sacar el cuerpo de Matilde, su amada. Al mismo tiempo, Mabel, la chica menudita que los había señalado a todos, incluso a ella, como culpables, se apoyaba en el marco del ventanal y tras ella, en el pasillo oscuro que conectaba el living con  el ventanal Francisca Vargas discutía con Matías Mayork.
            —Pero ¿Por qué no?—replicó la chica algo molesta.
            —Porque eres una menor de edad aún—le dijo Matías enojado.
            —Solo tienes un años más que yo— le espetó Francisca sin miedo de demostrar sus emociones.
            —Amiga, no importa la edad—dijo con voz triste y baja—. Acá estamos tratando con un asesino peligroso—la tomó de los hombros—. Si mató una vez, puede volver a matar, yo ya perdí a mi prima y no quiero arriesgarme a perderte a ti, eres mi mejor amiga, Panchi y aún eres una niña.
            —No me digas, niña.
            —Eso es lo que eres, Francisca—se separó de ella.
            —Sabes que no podrás resolver esto solo—declaró la chica encarando una ceja—. Tú necesitas ayuda, y yo te la puedo dar.
            —Gracias, pero no—dijo con voz  dura, dado que empezó a recordar—. Además que no se te olvide que Mabel los señaló a todos como sospechosos. ¿Por qué no podrías haber matado  tú también a Matilde?
            — ¡Porque no lo hice y punto!—gritó Francisca—. ¡Matilde era mi mejor amiga, jamás le hubiese hecho daño!
            — ¡¿Entonces por qué no llamaste a la policía, Francisca?! ¡Has dejado a mi prima congelarse en esa inmensa piscina por más de una hora y todo porque no eres capaz de admitir tu error!—la voz de Matías se elevó lo suficiente y Francisca se quedó pegada a su sitio disimulando el miedo que tenia tratando de contener su cara. Matías  se dio cuenta de su error—. Francisca yo…
            — ¡No!—exclamó la chica, haciéndole un gesto con la mano para que no siguiera hablando—. Te demostraré  que soy inocente, amigo, y que puedo serte de ayuda en este caso.
            Matías vio que no tenia caso seguir. Miró hacia el pasillo y vio a Mabel apoyada en el marco del ventanal y a lo lejos a Constanza, mirando a Pablo en la piscina. Había algo raro, no le calzaba el porqué según Mabel podían ser todos sospechosos del mismo crimen. Dubitativo, pero sin más a quien recurrir se dirigió a Francisca.
            —Oye—le tocó el hombro, ella se volvió con la boca entre abierta y con una mirada desafiante y glacial.
            — ¿Qué?—respondió, fríamente, Francisca.
            El chico, quien había detectado el estado de ánimo de su amiga, consecuencia de la discusión de hace un minuto, decidió no recalcar en eso y fue directamente a lo que le interesaba.
            — ¿Quién crees que pudo haber tenido más motivos para matar a Matilde?
            Francisca rió secamente un poco.
            — ¡Ah! Así que ahora quieres mi ayuda—replicó Francisca.
            — ¡Vamos, lo siento!—se disculpó, Francisca lo miró  de pies a cabeza respirando enojada—. No quiero que a nadie más le pasen cosas malas, por eso te dije eso— se quedo mirando a la joven esperando una reacción—. Es para saber quien le hizo esto a Matilde y quedarnos tranquilos.
            La chica cambió un poco su expresión, se tomó una pausa, respiró profundamente con los ojos cerrados, luego los abrió y respondió:
            —Mi orden es el siguiente—dijo recuperando su voz de siempre—. Pablo, Mabel y Constanza.
            — ¿Por qué?
            —No te conté, pero Pablo vio a Matilde teniendo sexo con Roberto Britto una media hora antes de que se cometiera el crimen.
            En la mente de Matías empezó a recordar a Britto, un amigo de él desde el año pasado y que se habían invitado a su casa un montón de veces y que mantenía una gran amistad con su prima Matilde...
            —Eso podría haber enojado a Pablo—dijo—, luego con la rabia acumulada decidió matar a Matilde por la vergüenza que suponía ser el cornudo en su propia fiesta de cumpleaños.
            —Ya…—Matías  analizó la posibilidad y no quedaba fuera de lo que podría haber ocurrido—. ¿Qué hay de las demás?
            —Mabel—susurró en voz baja para que la aludida no escuchara— estuvo discutiendo con Matilde, le pidió que vigilara que Pablo no subiera, Mabel se negó, pero Matilde la amenazó con subir unas  fotos a Facebook.
            — ¿Qué fotos?—inquirió Matías en susurros, encarando  una ceja y mirando a Mabel y luego a Francisca.
            —No lo sé—respondió la chica mirando preocupada a Mabel—, pero a mi parecer deben ser algo demasiado personal para que se ponga así, y acepte la extorsión de Matilde y…
            — ¡Para!—exclamó Matías—. No te permitiré que hables así de Matilde, ella nunca fue una extorsionadora.
             — ¡Abre los ojos, Matías!—replicó Francisca moviendo las manos—. ¡Matilde tuvo que haber hecho algo malo para que la matasen!
            — ¡Mi prima no hizo nada!—declaró Matías—. ¡Ella era INO-CEN-TE! ¡Me sorprende que hables así de ella, era tu amiga!
— ¿Si era tan inocente, porque todos tenían motivos para matarla?—inquirió la chica.
  Matías le iba a decir algo, pero en ese momento Mabel los interrumpió.
            — ¿Chicos?—llamó Mabel—. Perdón si los molesto, pero Pablo necesita la ayuda de Matías  para entrar a Matilde.
            Matías  asintió y partió  a ayudar a Pablo, estaba cubierto de sangre, por haberse zambullido en la piscina, aun asi no paraba de llorar la perdida de Matilde. Constanza lo abraza por atrás para consolarlo. Matías  quien no pudo aguantar ver a su prima asi, tambien rompió a llorar, pero juntos, él y Pablo, entraron el cuerpo de Matilde al lavadero, donde lo dejaron encima de una mesa.

***
—Creo que te haría bien un baño Pablo y un cambio de ropa—sugirió Constanza tocándole el hombro a Pablo, éste estaba tapado de la cintura para arriba con una frazada. El chico estaba cubierto de sangre desde la cabeza a la cintura, básicamente parecía sacado de una película de terror, además de que no paraba de  llorar por la pérdida de Matilde, haciendo de su cara una repugnante máscara de una mezcla viscosa entre lagrimas y sangre.
— ¡No, no, no quiero separarme de ella!—exclamó Pablo.
Matías tocó el brazo del chico con fuerza.
—Vamos, Pablo—trató de poner una voz confortante, pero no le resultaba-. Matilde no querría verte asi. Vamos te acompañare a tu habitación para que te cambies de ropa.
Le pidió a Constanza que se quedase con las chicas mientras él acompañaba a Pablo. Básicamente lo que Matías  quería era ver si en una conversación más relajada podría sacarle una información importante al pololo de su prima, pero no podría hacerlo si éste tenía la cara llena de sangre.
Pablo caminaba por los pasillos de la casa como un alma en pena acompañado por Matías a su lado quien no sabía cómo entablar la conversación. Quería dárselas de detective, pero no era tan sencillo como en las películas se mostraba, además de que estaba demasiado dolido con la pérdida de su prima y estaba furioso con todos en esa casa por no dar la cara con respecto al asesinato de Matilde Santamaría.
Pablo prendió la luz del pasillo del segundo piso cuando llegaron a éste. La luz dio a conocer un corredor de puertas negras, de madera de ébano, y unas paredes blancas como la cal, en ellas colgaban numerosos retratos de la mujer más importante de chile, Ana María Gálvez, y en algunos estaban sus hijos, Pablo y su hermana. ¿Sabría ella acaso que en ese momento, mientras ella trabajaba en Europa,  su casa se había vuelto el escenario de un brutal crimen? ¿Sospecharía que si los medios se enteraban de este atentado su carrera de mujer de negocios se iría por el baño?
Pablo sacó de su guardarropa una camisa limpia, unos pantalones oscuros y un nuevo par de zapatillas. Partió a su baño privado, cerró la puerta y abrió la llave, dejando a Matías solo en la habitación. Éste echaba un vistazo a todas las cosas que había en la habitación, en su velador había una foto de Matilde, la cual miraba sonriente al horizonte con un árbol de fondo. Matías  respiró hondo, cerró los ojos y empezó a rememorar buenos tiempos.
            Pablo se demoró varios minutos en la ducha, Matías mientras lo esperaba estaba reponiéndose de la perdida, tendría que ser fuerte, si quería ser el que descubriera quien era el asesino de su prima.
— ¿Por qué Mabel te señalo como sospechoso?—Matías miró a los ojos a Pablo.
— ¿Mabel? ¿Mabel me señaló como sospechoso? ¡¿Y tú le crees?! ¿Acaso no me acabas de ver? ¡¿Eres idiota?!—dijo Pablo con una rabia exagerada.
Cálmate, bájame el tono—dijo Matías sereno manteniendo un rictus inexpresivo—. Solo pregunté, no te estoy diciendo que seas el asesino, Pablo.
Después de una pausa Pablo volvió a la calma y de pronto todo tuvo lugar.
—Vaya...No pensé que Mabel me haría esto. Ella sabía—dijo calmadamente.
— ¿Qué sabia, Mabel?—preguntó Matías encarando una ceja.
— ¡Ella sabía que Matilde me engañaba con ese imbécil!— respondió dejando su calma atrás.
—Mentira, mentira— Matías  se exaltó—. ¡¡¡Cállate, eso no es verdad!!!
— ¡Vamos, Matías! ¡Tu prima no era para nada una santa! —casi gritando intentó hacer entrar en razón a Matías—  ¡Yo mismo los vi! ¡Con mis propios ojos mientras se follaban en el baño!
Matías  le dio una bofetada.
—CÁLLATE ¡MIERDA!—gritó Matías.
—Mira, Matías, Yo amaba a tu prima la amaba como no he amado a nadie. Pero ella me engañó... —dijo volviendo a su calma—. Con unos de mis mejores amigos. Y cuanto antes asimiles eso. Más pronto descubrirás quién lo hizo.
Bueno, entonces está claro para mí—Matías rio secamente—eres tú, Pablo, tu eres el asesino de mi prima—el chico lo tomó del cuello de la camisa—tú la mataste, huevón.
 Pablo empujó a Matías contra la pared. Entonces Matías lo soltó.
—Estaba con Constanza imbécil. Ella me estaba consolando. Habla con ella. La persona a la que deberías estar acusando es a Britto. ¿Me escuchaste bien?
Matías decidió salir de la habitación y respirar un poco, estaban los dos muy alterados, nada sacaban con seguir discutiendo.
Apenas salió de la habitación de Pablo, Matías sintió una brisa helada que le calaba los huesos, la cual provenía de una puerta entre abierta que estaba frente a él. Se acercó lentamente, temiendo encontrarse con algo  al otro lado de aquella puerta capaz de hacerle daño.  Quizás allí estuviese el asesino…

***
— ¿Quién habrá podido haberle hecho esto?— dijo Francisca, melancólica viendo el rostro de Matilde. La habían dejado en una mesa en el lavadero, el clima seco de Calama le había secado toda la humedad de su cuerpo, sus ojos, verdes y ausentes, miraban al techo, su boca estaba entreabierta, quizás habia tratado de soltar un grito o esa era una cara de sorpresa ante la persona que le disparó, habían colocado sus brazos alrededor del pecho y sus piernas estaban estiradas. Todo su cuerpo estaba cubierto de heridas, aparentemente alguien había maltratado a Matilde antes de pegarle el tiro.
            —No puedo creer que la hayan sacado de la piscina—replicó Constanza—. Nos va ir mal cuando llegue la policía.
            — ¿La llamaron?—inquirió Francisca, sorprendida.
            —No…—murmuró Constanza apoyándose en el umbral de la puerta que conectaba la cocina con el lavadero, se arregló un mechón que la incomodaba y volvió a hablar—. Pero tarde o temprano habrá que hacerlo, ¿Cierto?
—Veo que no tienes miedo—insinuó Francisca, encendiendo un cigarro que había sacado de la cajetilla que estaba en el bolsillo de su polerón.
— ¿Miedo a qué?—Constanza se inclinó un poco hacia delante.
Francisca tomó un banquillo donde se sentó, mientras botaba las cenizas al piso.
—Miedo a que se descubra toda la verdad—respondió Francisca irónica, luego volvió a aspirar de su cigarro.
—Claro, yo sé que no hice nada.
— ¿Segura?
—Sí.
— ¿De verdad?
— ¡¿A que va todo esto, Francisca?!—exclamó Constanza.
—A que no confío en nadie acá—la miró de reojo con expresión seria—. Alguien de los que está en esta casa mató a mi mejor amiga y no descansare hasta descubrir quien fue.
— ¿Y por qué te vas en contra mío inmediatamente?—Constanza se acercó a Francisca quedando cara a cara la una de la otra.
— ¿Se te olvida —dijo poniendo los brazos en jarra—que tú, minutos antes de su muerte agrediste a Matilde y la insultaste?
Constanza se quedó callada unos instantes.
—Eso no quiere decir nada—tartamudeó y luego volvió a recuperar su voz normal, se alejó de Francisca y la miró por encima del hombro con expresión cuidadosa—. Estaba enojada en ese minuto, pero después me calmé y ahora estoy bien.
—Aún así no te vi cuando ocurrió el crimen—declaró Francisca jugando con el único aro que le quedaba en su oreja derecha.
—Yo tampoco te vi y no por eso te estoy acusando, ¿cierto?
Constanza, después de esa declaración se dio la vuelta y salió hacia la cocina.
Francisca frunció el labio y siguió jugando con el aro hasta que éste se soltó.
— ¡Mierda, ya van dos en esta noche!—dijo molesta y se agachó a recogerlo, vio que rodaba por debajo de una puerta de madera, Francisca se acerco a ver y vio que la puerta despedía desde abajo un brillo fantasmagórico— ¿Qué es eso?—se paró y abrió la puerta— ¡no puede ser!

***
Matías abrió la puerta con cautela,  estaba todo oscuro, se sentía una fuerte brisa glacial al entrar, apenas asomó su cabeza por la puerta entreabierta. Con su celular  alumbró la pared y descubrió un interruptor, luego la habitación se llenó de luz, en el suelo se veía una piedra de cuarzo de gran tamaño ensangrentada, una silla volcada, unas cuerdas botadas  por aquí y por allá,  y varias salpicaduras de sangre, a lo lejos se veía una inmensa ventana trisada con todos sus vidrios, desde allí unas cortinas blancas flotaban con el viento  y dejaban ver la luz que despedía la piscina.
            Matías entró en la habitación, sin antes fijarse que muy cerca de la piedra de cuarzo estaba una manopla negra, de fierro.
            — ¿Quizás con esto le hizo esas heridas?—susurró el chico para sí mismo.
            — ¡Mati, Matías!—se escuchó el grito ansioso de Francisca— ¡Mati, Mati!
            El chico salió al pasillo y vio a la chica acercarse corriendo.
            — ¿Qué pasa, Panchi?—la chica lo tomó de la mano y empezó a llevarlo a la fuerza hacia la escalera.
            — ¡Encontré algo increíble!— exclamó emocionada.
            —Yo también encontré algo—anunció Matías— y quiero ir a verlo antes.
—No creo que tu hallazgo sea mejor que el mío—dijo Francisca arrastrando a su amigo.
— ¿A si?—dudó Matías—. Encontraste la habitación donde ocurrió el crimen.
Francisca se detuvo secamente, se volteó y miró a Matías con los ojos cómo plato y la  boca entreabierta.
— ¿En serio?— preguntó incrédula.
— ¡Sí, sí, sí!—ahora Matías la llevaba arrastras por el pasillo, vieron que Pablo estaba entrando despacio al umbral de la puerta donde ocurrió el crimen.
— ¡No puede ser!—exclamó la chica atemorizada recorriendo con cuidado todos los espacios de la habitación, mirando cada detalle—. Es obvio lo que ocurrió aquí —declaró Francisca.
Matías la observó encarando una ceja, su amiga entendió por aquella expresión que el chico quería una explicación.
—Mira—apuntó a la piedra de cuarzo y a la manopla que estaban muy juntas—. Evidentemente  ocupó u ocuparon ambas para golpear a Matilde.
            — ¡Tienes razón!—inquirió Matías—. Con la roca de cuarzo pudieron haberla aturdido y con la manopla le hicieron esos moretones—tomó la manopla entre los dedos de su mano derecha.
            — ¡Guárdala!—ordenó Francisca. Matías volteó la cabeza para verla—. Puede que nos sea útil para interrogar gente.
            — ¿Cómo?— el chico se paró y camino un poco, se coloco al lado de  su amiga y juntos vieron la manopla—. ¿Quieres ocuparla para sacarle la verdad a puños a los culpables?
            —No—respondió Francisca—, pero puede que alguien la reconozca.
—Hmmm…sí—Matías la volvió a examinar—. Hay algo raro.
— ¿Qué?
—El cuerpo de Matilde tiene muchos golpes y muchas heridas.
— ¿Y?—preguntó Francisca mientras veía que Matías se ponía casi turnio al examinar la manopla.
—Fíjate en la manopla—la colocó en las manos de su amiga.
Francisca demoró menos de un minuto en darse cuenta de lo que su amigo estaba hablando.
—No hay ningún rastro de sangre en la manopla—observó mirando a  Matías  a los ojos.
—Exacto—dijo Matías—. Ahora lo que me pregunto es si ¿Habrán ocupado esta manopla para hacerle daño a Matilde? ¿Quién o quienes la ocuparon? y si no tiene ningún rastro de sangre ni nada…
— ¿Por qué está aquí?—terminó Francisca.
Matías iba a llevarse la  manopla dentro del bolsillo de su chaqueta, pero Francisca comenzó a sentir un aroma  y lo detuvo, se acerco la  manopla la nariz y empezó a olfatear suavemente.
— ¿Qué sucede?—preguntó Matías.
—Está en ella—dijo antes de olerla nuevamente—. Tiene rastros de un perfume.
— ¿Qué importa que tenga perfume?—preguntó Matías escéptico.
 —Este perfume es de mujer—explicó Francisca—. Y eso quiere decir que  Constanza o Mabel son dueñas de la manopla.
— ¿Y por que no pudiste haber sido tu, Francisca?—preguntó Matías cruzándose de brazos y parándose derecho. Era dos veces más alto que Francisca.
—Ya te dije—respondió Francisca—, porque eramos mejores amigas.
—No es una excusa—dijo Matías—. Mabel dijo que todos tenían motivos, dame los tuyos y quizás te crea.
—Ah—suspiró Francisca y le relató a Matías toda la noche con detalles.
— ¿En serio te amenazó con despedir a tu padre?—preguntó Matías con un rostro extrañado.
—Creí que eras su primo favorito—inquirió Francisca—. De seguro debías saber cómo es…era ella.
—La verdad es que solo cuando nos juntábamos éramos los mejores primos—respondió el chico—. Pero la conocía bien poco,  a mí y a mi familia nos mostraba su faceta de chica aplicada, de futura dama de sociedad, pero no tenia idea de las cosas que ha hecho, mejor dicho que hizo.
—Mientras más conozco a mi gente más quiero a mi perro—dijo Francisca—. O eso dicen.
Matías soltó una breve sonrisa y volvió a analizar todo lo que le contó Francisca. Ambos estaban paseando por la habitación buscando detalles, pero ya era demasiado obvio que a Matilde la habían aturdido con la piedra de cuarzo, la amarraron a la silla, luego la golpearon, posiblemente con la manopla, o quizás a puño limpio,  luego pudo desatarse  y trató de huir, pero su asesino alcanzó a pegarle el tiro justo en medio de la frente, luego el cuerpo inerte se tambaleó, cayó de espaldas, quebró la ventana y rompió el ventanal, cayendo desde allí a la piscina, también habían descubierto por la ropa que vieron en el armario, y por las fotografías que había en las repisas y por el tamaño de la cama que esa era la pieza de la mamá de Pablo.
— ¿Oye?—dijo Matías mirando a Francisca.
— ¿Qué?
— ¿Qué era eso que me querías mostrar?
— ¡Ah, sí!—exclamó Francisca—. Ven, ven, nos será de mucha ayuda.
***
—No puede ser—dijo Matías apenas entró en la habitación, era un cuarto con un gran escritorio con un monitor que en su pantalla mostraba cuatro distintos lugares de la casa, el jardín que enfocaba la piscina y un poco más del patio trasero, la cocina, el pasillo que esta junto a las escalera y la puerta de entrada.
—Dime, que esa cosa esta grabando—Matías estaba emocionado, esto podría acercarlo cada vez más a la respuesta de quien mató a Matilde.
—Sí—respondió Francisca y corrió a apretar un interruptor, luego de que la habitación quedase iluminada por una ampolleta de ahorro energético que colgaba de un largo y delgado cable, partió a sentarse en una silla con pequeñas ruedas y se sentó frente al monitor que estaba conectado a un mousse y un teclado—. Mira—dijo haciendo una seña a Matías, éste agarró un banquillo y se sentó al lado de su amiga.
Francisca empezó a presionar teclas y mover el mousse en un complicado ballet que Matías no alcanzó a dimensionar, cosa que en menos de  un minuto se veía la imagen de Mabel abriendo la puerta a todos los invitados de la fiesta sorpresa. Eso era en el cuadro inferior derecho de la pantalla que enfocaba a  la puerta de entrada. 
— ¡Esto es oro!—declaró Matías acercándose a ver  los otros cuadros que enfocaba el monitor y empezó a ver cómo la gente entraba y empezaba a convivir en los inmensos salones de la mansión Gálvez—. ¿Cómo sabes manejar esto?
—Tenemos prácticamente el mismo equipo de vigilancia en mi casa—respondió la chica haciendo adelantar las imágenes de los distintos cuadros—. Vamos a dirigirnos al minuto exacto en que todo ocurrió.
— ¿Estabas pendiente de la hora en que ocurrió el disparo?—preguntó Matías mirando a su amiga, la cual estaba perdida en las imágenes de las cámaras.
—No, pero la cámara captó el minuto exacto en que Matilde cayó. Mira justo ahí—Francisca detuvo la imagen y se pudo ver la imagen como cuerpo de Matilde  levitaba cerca de la piscina, y en la parte inferior del cuadro marcaba la fecha y la hora en que ocurrió el asesinato: “Date: 08/12/11… Hr: 12:20 A.M.”—.  Y mira, fíjate en los demás cuadros, todos estaban detenidos, y mostraban la casa vacía, salvo el de la puerta de la entrada donde se podía ver a Francisca sentada en la escalera de la puerta de la entrada—. Calculo que se produjo diez minutos antes de que Mabel gritara—dejó correr la imagen silenciosa y se vio cuando el cuerpo se zambulló y Mabel se acercó al borde de la piscina a verlo.
— ¿Y que pasó en los diez minutos anteriores a que cayera el cuerpo?—preguntó Matías.
—Veamos—dijo y apretó una tecla que hizo rebobinar todos los cuadros. Ahora la piscina estaba vacía, en la cocina estaba Constanza, y en el pasillo estaba Mabel quien tenia entreabierta la puerta de entrada, y en la cámara que enfocaba la parte de afuera de esta puerta aun se veía a Francisca con el rostro oculto en las manos. Luego, por detrás de Mabel se vio pasar a Matilde la cual subió rápidamente las escaleras de caracol.
Después Constanza hablaba con Mabel y esta le pasaba algo en las manos.
— ¿Qué es eso?—preguntó Matías acercándose a la imagen.
—Hay una manera de saberlo—Francisca empezó a teclear con cuidado y luego la imagen de la cámara que enfocaba el pasillo y la escalera se agrandó, después presionó tres veces la misma tecla y esta empezó a expandirse  y se acercó cada vez más  a las  manos  de Mabel y de Constanza. La imagen mostraba cómo la chica menudita le pasaba la manopla de fierro a la otra.
—Son cómplices—declaró Francisca—. Quizás estaban de acuerdo—se paró y golpeó el escritorio—. ¡Esas maracas mataron a Matilde! ¡Las mataré ahora mismo!—la chica se paró y se dirigió a la puerta pero Matías se interpuso.
— ¡Cálmate por favor, Panchi!—gritó Matías cerrándole el paso.
— ¡Por favor, Matías ya está claro que fueron ellas!—intentó pasar pero  Matías—. Ahora mismo encararé  a esas perras.
Matías la agarró de los  hombros y la zarandeó.
— ¡Hazme el favor de calmarte!—gritó Matías—. No tenemos pruebas, seria contraproducente hacer eso.
 Francisca se calmó pero seguía con ira reprimida, entonces golpeó a Matías con su puño en el estómago.
— ¡Ah!— se quejó Matías—. ¿Por qué hiciste eso?
—Perdón tenía que sacarme esto del pecho–dijo Francisca—. Muy bien vamos— dijo y agarró a Matías  de la mano.
— ¿A dónde?
—A interrogar—dijo Francisca—. Hay que hacer algo, ¿no crees?
—Sí, tienes razón—al responder Matías fue llevado de la mano por francisca al lavadero donde aun estaba el cuerpo inerte de Matilde.
3:15 A.M.

lunes, 21 de marzo de 2011

Francisca Vargas



Antes, mucho antes de que todo empezara me escondí detrás de un sofá, a mi lado, se hallaban Javier y Paula, quien trataba de contener la risa.

 — ¡Ay que soy pava!—exclamó Matilde desde la entrada de la casa de Pablo—. Amor, se me olvidó prender la luz ¿Préndela?
            Vi cerca del sofá los tacones negros de Matilde y sus piernas blancas como la leche.
            Apenas la luz se prendió todos salimos desde nuestros lugares y gritamos:
            — ¡SORPRESA!— salí de mi escondite y vi cómo salían todos los demás invitados y amigos de los sillones y butacas.
Pablo estaba pálido y anonadado de sorpresa, no podía creer que en esa habitación estuviésemos todos. Aunque seria muy estúpido si pensara que sus amigos no le haríamos una fiesta sorpresa.
—No sé que decir—dijo emocionado.
—Oh mi chanchi—dijo con voz tierna Matilde, y partió a besarlo en los labios.
            Se despegaron, cosa rara, dado que Matilde, a pesar de ser mi mejor amiga, era demasiado lujuriosa y a veces casi no hablaba con Pablo, sólo lo besaba. Y aunque la chica más popular de colegio dijese que era una relación seria todos sabíamos que había algo más algo que quería de ese chico. No creo que sea su aspecto, es delgado, alto  y su pelo parece una virutilla color café, tenía que haber algo más, quizás fuera la inmensa fortuna que la madre de Pablo había amasado durante años.
            Pablo en si era buena persona, simpático, tenia temas interesantes de que hablar, de vez en cuando. No es que sea su gran amiga, es más,  un  amigo mío me invitó a esta fiesta sorpresa, pero él se enfermó en último momento y no pudo venir, aunque a mi amigo siempre le pasan esas cosas, tiene la peor suerte del mundo y me encanta molestarlo con eso. En fin.

Me pasé por entremedio del sofá para ponerme a la cola, para felicitar y saludar a Pablo por su cumpleaños. Creo haber sido una de las últimas que lo saludó, nos abrazamos felizmente y luego nos separamos.
Recuerdo que después todos salimos al jardín de la casa de Pablo, era precioso, tenía una inmensa piscina, varios arbustos y césped.
Luego Pablo dijo unas Palabras que todos escuchamos con atención.
          
—He vivido mucho durante mi vida, mucho bueno y mucho malo. Y durante mucho tiempo no tuve amigos verdaderos, que estuvieran siempre conmigo.    Sin embargo me siento afortunado y confiado de decir que hoy, los tengo. Y que los quiero muchísimo.
>> Matilde. Mi amada Matilde, eres lo mejor que me pudo haber pasado, creo que sin ti, mi vida en este momento no tendría mucho sentido. Me has enamorado completamente y espero que jamás te alejes de mí.
Pablo estaba a punto de soltar unas lágrimas, pero se retuvo. El resto de la velada fue, bailar, beber alcohol y tratar de engañar el penetrante frío del norte de Chile.
En toda la fiesta habré bailado, tres horas seguidas sin parar, primero con Mauricio, pero como no sabía bailar al cien por ciento, lo cambié por Mirko, luego fui con Roberto Britto uno de los mejores amigos de Pablo, pero éste. en un rato le prestó más atención a su celular que a mi así que lo dejé. Al final, terminé con Javier Pizarro uno de mis mejores amigos. Estábamos tan cansados de bailar, que nos fuimos a sentar en un sillón del living. Antes pasamos a la beber algo, vimos a Constanza, la ex de Pablo, hablando con él en la barra de la cocina, Javier sacó unas cervezas, y nos fuimos sin molestar. Por sus caras pudimos deducir que no era nada divertido lo hablaban.
Cuando íbamos de regreso al living, se me cayó un aro, me agaché a buscarlo, Javier se fue sin ayudarme, dado que sus padres estaban fuera de la lujosa parcela de Ana María Gálvez. Lo único que hizo fue despedirse de mí con un beso en los labios y se fue dejando la cerveza no sé donde.
Volví a  buscar. A tientas llegué a un pasillo que estaba a oscuras y escuché hablar  a Matilde.
—Lo vas a distraer, él no puede subir, ¿me entendiste?— ordenó Matilde, me quedé callada y escuché.
—No, yo  estoy harta de las mentiras—exclamó Mabel, una chica menudita, de baja estatura de ojos grandes y almendrados, con un pelo ondulado y oscuro.    
—Me importa una mierda, si estas harta o no—dijo Matilde desafiante—.  Si Pablo sube, ten por seguro que mañana mismo me encargo de publicar las fotos que tú y yo sabemos, en Facebook. Que tragedia para la familia Orrego una hija que se dedica el tiempo libre a…—
— ¡Ya, está bien!—gritó Mabel resignada.
—Así me gusta, eres una chica buena Mabel—escuché los pasos de Matilde, me adentré en el otro pasillo oscuro, evitando que me viera.
Ella subió la escaleras de caracol que iban al segundo piso.
No sé porque pero quise averiguar que pasaba y subí. Por suerte Mabel miraba en dirección a la puerta que conectaba la cocina con el pasillo donde ella estaba, pero no podía ver el resto, así que me fue fácil subir sin hacer ruido.
Cuando llegué arriba vi una luz saliendo de una puerta. Me acerqué con sigilo, pegada a la pared, y di gracias de que la alfombra fuese tan mullida dado que ni siquiera yo escuchaba mis pasos, llegué al borde de la puerta y vi  algo que me dejó impactada.
Matilde estaba contra la pared, completamente desnuda y Britto- también desnudo- la tenia contra la pared haciéndole el amor.
—Oh, oh, oh—gemía Matilde, y arañaba con sus uñas los glúteos de Britto, uno de los mejores amigos de Pablo—. No sabía las ganas de tenerte así que tenía.
—Eres una chica ¡SUCIA!—decía excitado Britto.
No pude aguantar, me di la vuelta caminé un poco y en la oscuridad choqué  con alguien.
— ¿Panchi, qué haces aquí?—acostumbre a mis ojos a la oscuridad y vi a Pablo parado frente a mí.
—Yo...Pablo no dejaré que te caguen, ni que te hagan huevón—dije determinada—. Sígueme.
Hicimos el mismo trayecto hace el baño. Volví a mirar por el borde de la puerta, y vi a Matilde estirada con las manos sobre el lavamanos y Roberto penetrándola por detrás.
— ¡Es que no puedo creerlo!—exclamó Pablo.
Me quedé helada, no pensé que fuese a reaccionar, mucho menos a decir algo. Por mis nervios tropecé y quedé a la vista de  todos.
— ¿Cómo mierda me hacen esto?—preguntó Pablo—. Tú Roberto, el imbécil a quien más admiraba-.
Decidí dejar que Pablo descargara su pecho y me fui. Había hecho mi buena obra del día.

***
Había estado hablando con Paula, le había contado lo ocurrido, y ella no podía creer que Matilde hiciese eso. Estábamos en la cocina hablando del mismo tema cuando en la habitación entraron al mismo tiempo Constanza y Matilde, por puertas distintas.
— ¡Maraca!—gritó Constanza, se abalanzó sobre Matilde tirándole de las mechas— ¡No te basta con haberme quitado a mi pololo! ¡También tenias que tirarte a mi mejor amigo!
Nos adelantamos y separamos a Constanza, quien fue llevada al baño por Paula, dejándome a mí y a Matilde solas. Me disponía  a salir tras de mi amiga, pero Matilde me agarró del brazo.
Nos quedamos mirando cara a cara.
—Me las vas a pagar, mala amiga—me dijo apuntándome con el dedo índice izquierdo.
— ¿Y por qué se puede saber?—dije desafiante corriéndole el dedo de un manotazo—. Por haber sido sincera, Mati, ¿por eso?
—No por, hocicona, ya vas a ver.
— ¿A si? ¿Qué me harás, divulgarás secretos míos por el colegio?—dije encarando una ceja.
— Que no se te olvide que mi viejo, es el jefe del tuyo, y por haberte puesto insolente conmigo, mañana mismo  tú y tu familia se va a la calle sin ningún peso—. Gritó, y luego calmó su voz, cómo haciéndose mi amiga—. Créeme Francisca, no te conviene tenerme de enemiga.
Sin más se fue.
¿Qué se cree? Venir a amenazarme, después de todos estos años de amistad… ojalá se muera.

***

Estaba sola esperando que mis padres llegaran por mí, y no paraba de llorar de rabia. Lo hacía porque sabía de lo que era capaz Matilde por conseguir lo que quiere, y si en sus planes estaba cagar a mi familia financieramente lo iba a hacer.
En ese momento estaba sentada en los peldaños de la escalera que daba hacia el jardín delantero, por el cual había un camino de ripio por donde los autos cruzaban desde la reja hasta la casa de Pablo.
Estaba calmada, por fin había parado de llorar, cuando se escucharon tres ruidos desgarradores. El primero fue leve, el segundo es idéntico cómo cuando se escucha el vidrio destrozándose, y el último fue un grito desgarrador.
— ¿Qué mierda?— Corrí rápidamente hasta la parte de atrás de la casa,  rodeándola,  y justo allí estaba Mabel llorando y gritando cerca de la piscina. Y en el medio de ésta se podía ver algo flotando. Me acerqué rápido a contener a Mabel que no paraba de llorar y gritar.
— ¡Está muerta!— estaba demasiado descontrolada.
—Mabel, Mabel, calma, calma—no reaccionaba así que le di un buena bofetada y se calmó, pero no dejó de llorar.
— ¿Qué paso, aquí?—me di vuelta y vi a Pablo salir por el ventanal que conectaba el living con el patio, seguido por Constanza—¿Matilde? ¡Matilde! ¡No!—gritó Pablo desaforadamente al ver el cuerpo de Matilde en medio de su piscina.

Escrito por Matías Mayork.


lunes, 14 de marzo de 2011

Capitulo 1:

Una inmensa y brillante luna se cernía sobre el cielo de la ciudad de Calama. A esas horas un Citroën Xara, gris, pasaba por un camino rural para llegar a la mansión Gálvez, una moderna casa gigantesca la cual habían encaramado en una colina donde extrañamente sí crecía el pasto, aun que eso era raro porque estaba ubicada muy lejos del rio. En el auto venia un chico  llamado Matías Mayork Cané ,  delgado, de test morena, con ojos café oscuros, dedos de artista, un pelo liso desordenado que le llegaba hasta el cuello, iba vestido con unos jeans, unas zapatillas Converse negras, una camisa blanca y una chaqueta negro. En el asiento del copiloto había un gran paquete envuelto en un papel de regalo azul marino centellante, el cual contenía una botella de licor de menta, el favorito de Pablo Calvo,  uno de los mejores amigos de Matías, quien aparte estaba saliendo con su prima, Matilde Santamaría Cané.
            Matías iba a la fiesta sorpresa de Pablo, algo atrasado dado que se había indigestado el día anterior, pero ahora se sentía mejor así que decidió ir tarde a darle el regalo a su mejor amigo y de pasadita saludaría a su prima que, a pesar de vivir en la misma ciudad, se veían muy poco.
             Su auto se adentró en la oscura propiedad de la mujer más millonaria de Chile, la madre de Pablo, y dejó una polvareda por el camino de tierra que unía la reja de entrada con la casa. Fijó su vista y vio que las luces de la  mansión seguían prendidas, quizás no había llegado tan tarde y podría gozar de la fiesta aún.
            Se estacionó cerca de la casa, luego se bajó, llevó el regalo consigo y lo oculto tras su espalda, fue hacia la puerta y la empezó a tocar, pero no hubo respuesta, entonces se dio cuenta de que estaba abierto y se escuchaban algunas voces, aparentemente sostenías una  discusión acalorada. Apenas asomó la cabeza algo lo haló al interior de la casa, lo que lo había invitado, bruscamente, al interior de la casa había sido una chica delgada de pelo negro  y ojos oscuros, tenía la piel bronceada y no era más alta que él, lo miraba nerviosa y con la cara llena de dudas.
            — ¿Mati?—le preguntó la chica.
            Matías quien no entendía nada y pensaba que posiblemente estuviese con un par de copas de más le respondió con una sonrisa en la cara diciéndole.
            —Sí, ¿Qué te pasa Francisca?—dijo extrañado y luego rió un poco dado que nunca la había visto así, tan asustada y nerviosa a la vez—. Pareces que hubieses visto al Diablo.
            La chica cambió su expresión de recelo por una de pena. Matías no entendía que estaba pasando.
— ¿Qué pasó?—Matías empezó a impacientarse ante la expresiones de su amiga.
—No sé cuándo, ni quien—empezó a decir Francisca—, pero hace una hora atrás a Matilde la mataron con un tiro en la frente.
—Quiero verla—dijo Matías, mirando al piso con la boca entreabierta.
Francisca calló unos segundos.
— ¡Quiero verla!—volvió a exigir el chico casi al borde del colapso.
Francisca lo tomó de la mano y lo llevó hasta el living, donde se hallaban  Pablo, Constanza una amiga y ex del anterior, y una chica pequeña y menudita que no paraba de llorar en un sofá, Mabel, también una de sus mejores amigas.
Matías Mayork  fue llevado por otro pasillo hacia un ventanal, el cual daba al patio trasero de la mansión Gálvez, allí había una piscina la cual contenía un cuerpo inerte de una chica de piel blanca como la leche, vestida con una blusa de uno o dos tonos más clara que su piel, una minifalda negra, unas pantis blancas y unos zapatos de tacón, negros. La chica miraba con unos ojos verdes ausentes al cielo estrellado  y  tenía la boca abierta. Simultáneamente un chorro de sangre le corría desde la frente y se escurría por la piscina y teñía su cabello de un rojo oscuro.
— ¡No!—gritó Matías, se arrodilló en el borde de la piscina, trató de sumergirse, pero antes de que lo hiciera Francisca lo agarró de los hombros y lo abrazó mientras el lloraba sin consuelo.

***

Habrá llorado unos cuantos  minutos cuando, por decisión de Pablo, lo llevaron al living. Matías se quedó abrazado a Francisca quien lo consolaba mientras el llanto desaforado cesaba. Constanza le trajo un vaso de agua, el cual fue bebido rápidamente,  hiperventilo unos instantes y luego volvió a pensar con lógica.      
— ¿Y la policía?—dijo con la voz  quebrada aún.
—No la hemos llamado—respondió Constanza, en ese mismo instante Pablo entró en la habitación con el rostro destrozado, Matías pensaba que ya había sufrido mucho con el solo hecho de que alguien matara a su polola, pero tambien tener su cuerpo muerto en la piscina era otra carga más.
—Pablo, ¿Cómo es eso de que no han llamado a la policía?—quiso saber Matías, quien estaba molesto, se paró se puso frente a su mejor amigo y lo miró histérico.
—No podemos, Matías—respondió Pablo con voz queda.
— ¡¿Se puede saber que mierda les pasa a todos ustedes?!—gritó a todo pulmón el primo de la chica muerta.
Mabel, quien no había parado de llorar, ahora miraba con atención el rostro iracundo de aquel nuevo visitante.
— ¿Cómo mierda es que no han llamado a nadie aún?—los miró a todos. Pablo le sostuvo la mirada, Francisca lo miró con preocupación y Constanza y Mabel le desviaron la mirada—. ¡Estamos hablando de mi prima!—se señaló así mismo con los pulgares y mirando a todos, estaba a punto de quebrarse de nuevo—. ¡Estamos hablando de tu polola, Pablo!—dijo increpando a su amigo con el dedo índice derecho—. Tú mejor amiga Panchi—miró con rabia a la chica quien miro a sus zapatos con aire de pesar—. ¡¡Y ustedes dos, por mínimo de respeto humano podrían haber llamado por la mierda!!—gritó mirando a Constanza y Mabel, luego no pudo más y se le escaparon unas lagrimas, se sentó en el brazo del sofá y se limpio bruscamente con la manga de su chaqueta.
Después de unos segundos Mabel respondió con voz casi inaudible.
—Es porque todos teníamos motivos por los cuales matar a Matilde—todos la miraron sorprendidos.
El ambiente por varios segundo se hizo tan denso que se podía cortar el aire con una tijera, Pablo miraba triste  hacia el ventanal que daba al jardín, Francisca miraba extrañada a Mabel, Matías dejó de llorar y le sostuvo la mirada a Mabel, luego se fijó en Constanza.
Constanza se levantó, se puso una chaqueta, tomó su bolso y las llaves de su auto y se dirigió a la puerta de salida.
— ¡No, mierda!—gritó Matías, fuera de sí y poniéndose en pie— ¡acá ningún huevón o huevona se va hasta que descubra quien mató a Matilde!

1:52  A.M.