viernes, 1 de abril de 2011

Roberto Britto:

Se me estaban acalambrando los pies cuando estaba esperando debajo de la mesa junto a Constanza. La cual transmitía una oleada de mala onda hacia a mí, casi la mayoría de la gente en esa habitación conocían mi infidelidad con Matilde Santamaría, quien pololeaba con Pablo Calvo. Él era mi amigo, pero no me importaba.
            Entre yo y Matilde había algo grande, algo más poderoso de lo que ella tenía con Pablo, yo sabía que ella me amaba a mí y solo a mí, por eso teníamos una relación perfecta donde sabíamos exactamente todo lo que el otro quería.
            Los escuché entrar se dijeron algo lo cual no entendí mucho por hallarme un poco lejos de donde ellos estaban, que era la entrada de la casa. En menos de cinco segundos la luz se prendió y salimos todos de nuestros lugares y gritamos:
            — ¡SORPRESA!
            Pablo no sabía que decir, estaban a punto de corrérsele las lagrimas.
—Oh mi chanchi— le dijo Matilde a Pablo. La sangre me hirvió de manera inmediata con aquellas palabras de afecto hacia él, pero no hacia a mí, aún así estaba que estallaba cuando ella corrió a los brazos de él y le dio un largo beso. No podía aguantar  ver a la única persona que amo en este mundo en los brazos de otro hombre, pero yo sabía lo que Matilde se traía entre manos.
Mi niña, la más bella, quería conseguir enamorar a Pablo Calvo Gálvez, heredero de una de las familias más poderosas de Calama, incluso de Chile. El plan de mi amor era muy simple, quería enamorar al pobre infeliz, hasta el punto de casarse con él, robarle toda la plata, envenenarlo y así escaparíamos juntos por el mundo y tendríamos nuestros propios hijos.
Después de que Mabel terminara de abrazar a Pablo seguí yo.
— ¡Hermano, te quiero mucho y ojalá que lo pases muy bien!—le dije cínicamente. Creo haber querido a Pablo alguna vez, pero los celos de verlo con la mujer de mi vida me ponían cada vez más iracundo. Lo abracé fuertemente, no por afecto, sino por rabia, deseando que mis manos fueran boas que lo apretaran y le quebraran todos los huesos, así él moriría y yo seria feliz.
— ¿Quién podría pasarlo bien con unos cuernos como los suyos?—dijo Mabel en voz baja y mirando enojada hacia otro lado.
Solté a Pablo y dejé que fuera a saludar a los demás invitados.
— ¿Dijiste algo, enana?—dije haciéndome el lindo, pero con un dejo de cinismo en mi voz.
Mabel me miró con sus hermosos ojos llenos de rabia. En si la chica era bonita sin importar su baja estatura. Tenía unas hermosas mejillas, uno labios delgados y pequeños unos ojos almendrados y un pelo ondulado y castaño. De no haber estado enamorado de Matilde quizás me hubiese metido con Mabel.
—No nada, Roberto—dijo con voz cargada—.Y no me digas más enana que me carga.
Pasó por el lado mío y me empujó con su pequeño hombro, la agarré del brazo y la devolví para que me viera a la cara. No aguantaría que la esclava de Matilde me tratase así, menos después del jugoso chantaje que le tenia. Le dije:
—No te conviene hacerme enojar, Orrego.
— ¿Ah si? ¿Tendría que temerte, Britto?—puso sus brazos en la cintura, resopló enojada y frunció el labio.
—Claro que sí—encaré una ceja—. No creas que Matilde sea la única que ha visto las fotos, ni la única que tiene copias—de mi chaqueta saqué una cámara digital, luego se la pasé cerca de la cara para que pudiera verla—. En esto se puede ver exactamente como consumías marihuana, Mabel.
Mabel se quedó atónita en menos de lo que pensé, abrió completamente la boca y trató de alcanzar la cámara pero alcé el brazo sobre mi cabeza y ella no pudo agarrarlo.
— ¡Pásame eso Roberto!
—Mira, enana, debes ser más respetuosa conmigo.  Sino tus papitos se enteraran que su hija le hace a la maría—me reí a carcajadas de ella, pero el gocé no me duró mucho.
Sentí cómo algo se clavaba en mi estómago, casi tan agudo como un aguijón, pero más grueso, cuando abrí los ojos vi el puño de Mabel insertado en mi estómago.
— ¡Escúchame, tarde o temprano me vengaré!—se fue y me dejó ahí, no me costó mucho recuperarme del golpe, me paré y al instante escuché un gran aplauso. Posiblemente ya Pablito había terminado su maldito brindis y ahora todos los lame culos de sus amigos le aplaudían. Recordé a uno de  ellos el cual por haberse enfermado del estómago no pudo ir.
***
Estaba  bailando con Francisca cuando me llegó un mensaje.
            Era de Matilde, decía:
            “¿Por qué me estas evitando?”.
            Me demoré en responderle.
            — ¡Ya pues, más vivito!—dijo Francisca mientras bailábamos.
            — ¿Sabes? Debo responder, ¿Por qué no bailas con otro?
            —A puta el huevón fome—dijo y se fue a bailar con un chico no muy alto, de cutis claro, de rictus inexpresivo y pelo castaño oscuro.
            Me alejé cerca de unos arbustos y empecé a llamar a Matilde, la cual, a pesar de que  estaba solo al otro lado del jardín, pero en ese momento estaba con Pablo quien fue llevado del brazo por Constanza hacia el interior de la casa. La llamé y ella contestó mirando hacia otro lado.
            —Aló—dijo.
            —Porque me pone enfermo verte cerca de ese imbécil—dije sin temer denotar mi rabia.
            —Pero, Roberto—dijo suave y muy delicada—. Yo te amo.
Con solo pronunciar esas dos palabras toda la rabia que tenia desapareció.
—Amor quiero estar contigo,  ahora-me dijo con voz suave-. Ve al baño del segundo piso y espérame, que nadie te vea.
Me colgó y yo rápidamente, y con extremo cuidado partí hacia el baño, desvié la ausente mirada de Mabel, luego en la casa esperé que la chica de pelo castaño, aquella que se llamaba Paula se fuera al living y que Francisca entrara con su amigo a la cocina para subir muy rápido la escalera. Me guié a tientas por el camino del pasillo a oscuras y llegué al baño de Pablo. Era grande espacioso de baldosas verdes y con un gran espejo donde el imbécil debía de regodearse cada vez que se miraba.
Habré esperado a Matilde sus diez minutos cuando llegó apenas tuve tiempo para decirle.
—Amor…—se abalanzó sobre mi como nunca lo había hecho. En menos de unos minutos ya nos habíamos desnudado y yo estaba penetrándola contra la pared de baldosas verdes.
Después de eso ya perdí la cuenta en el amor en el que estábamos sumergidos, entre los besos y los cambios de posiciones entonces pasaron los peores momentos de mi vida.
— ¡Es que no puedo creerlo!—exclamó Pablo— ¿Cómo mierda me hacen esto?
Me quedé helado me separé de Matilde, vi a Pablo parado en el umbral de la puerta mirándonos con odio, vi que algo se movió por debajo de él.
—Tú, Roberto, el imbécil a quien más admiraba.
            —Amor, déjame que te explique…—dijo Matilde histérica cubriéndose los pechos y el pubis.
            — ¡Cállate mierda! ¡No quiero escucharte!—le interrumpió Pablo gritando.
            — ¡Oye! ¡No le hables así! Es tu culpa que me prefiera a mi antes que a ti—le espeté molesto.
   — ¡Escúchame bien maricón de mierda! ¡Tú no tienes ningún derecho si quiera a hablarme así en mi casa!—se acercó enojado y con el puño alzado, estaba enojado seria fácil derribarlo o golpearlo pero justo Matilde se interpuso.
— ¡No! Pablo… ¡Yo te amo a ti, no a él!—gritó con los ojos llenos de lagrimas. Miró a Pablo y éste se fue rápidamente hacia abajo. Me quedé un rato enrabiado mirando el umbral de la puerta, hasta que me di cuenta que Matilde que se estaba vistiendo.
— ¿Qué pasa?—dije extrañado poniéndome el bóxer—. ¿No vamos a seguir?
Me quedó mirando con una sonrisa irónica.
—Claro, ¿también quieres una canción de cuna cuando nos quedemos dormidos en la cama de la mamá de Pablo, no?—su voz estaba elevándose—. ¿Tú eres imbécil o qué? Se acaba de ir mi fuente de plata y tú solo piensas en sexo.
—Pero amor, yo te puedo mantener—supliqué agarrándole el brazo para que no se fuera.
Ella se zafó de un solo tirón.
—Por favor no me hagas reír—dijo soltando unas risotadas—. Roberto, tú no tienes donde caerte muerto y hablas de mantenerme. Date cuenta que solo fuiste uno más que estuvo en mis sábanas— apenas me dijo eso sentí cómo el mundo se me caía encima. Matilde se fue sin mas rápidamente.
Cuando por fin pude reaccionar me agaché a buscar mi polera, entonces sentí como algo me golpeaba la cabeza y perdí el conocimiento.
***
—…Se está despertando—escuché cuando traté de incorporarme, entonces vi la suela de un zapato y me golpeó en la cara, entonces volvi a caer inconsciente.



Escrito por Matías Mayork.

1 comentario:

  1. Buen capitulo!! lo siento por no haberme pasado antes no tuve tiempo =D

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